Buenas noches.
¡Cuántas
veces escuchamos las noticias y cerramos los puños con la impotencia de que no
podemos hacer nada! ¿Cuántas veces no oímos cruentas novedades sobre estados de sitio, sobre asedios, sobre explosiones y bombardeos... sobre Ciudad Juárez?
¡Cuántas
veces desearíamos que alguien nos llamara para pronunciarnos, para luchar, para
no tener que darnos la vuelta, cerrar los ojos y buscar consuelo en el propio
devenir, justo y entregado, con la esperanza de que el efecto dominó alcance a
los más desasistidos y peligrosos lugares!
... Y
cuántas veces, decepcionados, sentimos que ese anhelo no es más que el infantil
sueño inculcado de que mediante el ejemplo individual puede cundir el colectivo.
Hoy, sin
embargo, no es una de esas veces.
Información,
conmoción, disposición... No han cambiado. Ni, por desgracia, se han
solucionado los conflictos.
El mundo
sigue agitado, balanceándose entre los puntos geográficos que adquieren
protagonismo por la violencia intrínseca, escandalosa, amasada con la pasta del
polvo blanco y del metal. Los soberbios impostores que lo dominan son
conscientes de su poder y disfrutan del río revuelto de la mezquindad, el
interés y las armas cultivando improductivos negocios y cadáveres inhumados por
la miseria y el miedo.
Eso no ha
cambiado. Pero puede cambiar. Por eso hemos acudido aquí esta noche.
No es que,
llevados por una insulsa ingenuidad consideremos que, por congregarse alrededor
de un escenario en donde la simbólica danza y la reivindicativa lectura tejan
sones solidarios, van a desaparecer tan graves situaciones.
Pero
tampoco puede arrastrarnos el derrotismo.
A quienes
hemos acudido hoy aquí y a cuantos han colaborado para que así haya podido ser,
desviviéndose, nos consta que este momento es especial y único, que por algo se
empieza y que la unión hace la fuerza.
Por eso
estamos aprovechando la oportunidad que se nos ha brindado. La de no tener que
parecer que permanecemos impasibles ante el horror, la destrucción y el abuso;
la de expresarnos repudiando la violencia; la de alzar una voz que construya la
palabra libertad con todas las voces.
La de
presentarnos los que somos.
Tal día
como hoy, un grupo de jóvenes poetas en la más sangrienta ciudad de Méjico,
enfundados con el coraje de sus versos e impregnados por la valentía de la
recién asesinada Susana Chávez, salió a
la calle con el desafío de sus armas, las palabras, reclamando el uso de los
espacios públicos, solicitando la paz. Desde entonces, no se ha detenido la gran rueda que ha ido recogiendo pensamientos hasta construir un enorme edificio de voluntades que quedan resumidas en el manifiesto que se va leer, de forma simultánea, en más de veinte países, en 140 pueblos y ciudades de todos los continentes.
Y Ceuta,
una vez, más, no sólo no se ha mantenido al margen, sino que se ha sumado a
este grito mundial de forma activa y multitudinaria.
Con mi más
sincero agradecimiento y un abrazo hermano les invito a compartir sentimientos y emociones que conviertan la
intención en útil y eficaz.
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